domingo, 5 de febrero de 2006

Síndrome de página en blanco

El temido brote psicótico que aparece cuando no consigues dar con la justa inspiración para escribir un artículo, un capítulo de tu próximo libro o simplemente para bautizar a tu nueva mascota se hace aún más patente si comienzas a retorcerte las manos nerviosamente, mordisquear las uñas o aporrear el ordenador, directamente y sin prejuicios. Sin embargo, ese curioso ataque de pánico afecta por igual a toda la población, desde el gran escritor encumbrado en lo más alto -aún se pregunta qué demonios hace ahí- que no sabe cómo continuar ese primer párrafo, pasando por el publicista que se acuerda con cariño de ese cliente que ha decidido a última hora que la campaña no se ajusta a sus necesidades y debe plantear una nueva, hasta alguien que intenta redactar sin acritud una carta de reclamación.

Todos, unos más y otros menos, nos hemos enfrentado alguna vez a un terrible papel o pantalla vacía que no sabemos cómo llenar. Si el asunto no es urgente, lo dejaremos correr y aguardaremos a que en otro mejor momento, como se suele decir, "las musas te pillen trabajando"; pero si no podemos esperar, entonces tenemos un problema, Houston. Conozco una de esas situaciones muy bien: solo un bolígrafo azul encima de la mesa, tienen 50 minutos. La sensación de impotencia que se apodera del alma agarrotada cuando se creía saber el temario, y se descubre justo en el examen la desoladora realidad es... indescriptible.

Imagino que debe ser aún peor cuando lo que está en juego es un puesto de trabajo; realmente, hay que tener grandes dosis de paciencia y sobre todo de creatividad para superar el bache y continuar con la campaña publicitaria como si las noches en blanco no hubieran existido. No todo el mundo puede hacerlo.

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