Así que desde aquí mi modesta aportación a ese gran desorden que gobierna Internet.
Sin embargo, es justo también reconocer que hay caos armónico y necesario, de alguna manera, y caos desastroso, estéticamente feo e inútil. Un ejemplo de este último sería el cajón de los calcetines (no importa cuántas veces al día lo reorganice, siempre aparece revuelto de la manera más inverosímil; a mi profesora de química le pasaba igual, pero ella era muy apañada y aprovechaba para así explicarnos el concepto). En cuanto al primero, el arquetipo por excelencia es la vida; yo aprendí que solamente posee entropía cero -de forma ideal- aquello que permanece en estado cristalino, en reposo absoluto (tan en reposo como que está "muerto"). Claro está que el caos total tampoco permite el desarrollo de la vida, pero una pizca no viene mal.
Todo esto venía a colación porque he estado navegando por blogs que, al tener su propio dominio (.com, .org o lo que sea), necesitan pagar una cuota y para ahorrársela permiten que determinadas empresas se anuncien en su página. De este modo, consiguen una bitácora más... atrayente y bonita. Por lo menos yo, cuando llego a esas webs llenas de publicidad terriblemente bien distribuida en mi pantalla, suspiro: ah, y yo qué estoy haciendo con mi vida -o mi web, en su defecto- sin abrirle la puerta a esos anunciantes que invadirán candorosamente mi espacio personal con sus chillones reclamos...
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