jueves, 6 de diciembre de 2007

Soy Porter, Zara Porter

matthew barney
Quedé absolutamente destrozado por la noticia que acababa de recibir por teléfono. Había vuelto a intentarlo. Nunca antes me pareció que lo deseara realmente. Y sin embargo, estas dos últimas veces estuvo cerca. También su asistenta, y eso fue lo que la salvó -'para mi desgracia', añadiría después. Por supuesto, la despidió. Y decidió mudarse a un hotel durante un tiempo. (...)

Y mientras, continuó con su dosis de Prozac diaria, ya que nadie lo impedía. Porter ya no interesaba a nadie, ni siquiera a sí misma. Se hundía en su propia miseria. Y empezó a aficionarse a los combates de boxeo. Decía estar interesada en 'el hundimiento del alma inconsciente de sí misma'. Los cuerpos caídos en la lona sucia del cuadrilátero le recordaban al suyo propio. De hecho, acabó liada con un manager de poca monta, que era quien le acompañaba a los encuentros y le explicaba los detalles del negocio. Aquellas ojeras oscuras tardarían tiempo en abandonarla. Igual que aquel tipo mal vestido.

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