viernes, 4 de mayo de 2007

Asia is in fashion

asian streetTres cositas que últimamente me han hecho reflexionar sobre el "vecino" continente asiático, por este orden: un libro del japonés Ryu Murakami -Azul casi transparente-, una exposición en Madrid sobre el coreano Nam June Paik: de lo fantástico a lo hiperreal, y la película recién estrenada La maldición de la flor dorada, del director chino Zhang Yimou. Todo ello muy recomendable y muy sorprendente.

- Empezamos con la novela, Azul casi transparente. En la edición de 1982 en Anagrama definen bien la acitud de los protagonistas como "(con) emblemática pasividad, se deslizan hacia la autodestrucción , como resultado no solo de su situación presente, sino de un futuro bloqueado". Fue publicada en 1976, y refleja con pasmosa frialdad la forma de vida de un grupo de adolescentes aficionados a las drogas y a las orgías, y mejor si todo junto.
Más que narrar una historia, Ryu Murakami va hilando una serie de escenas cuyo orden secuencial es indiferente. Se diría que más que una voz, es una cámara la que nos acompaña, describiendo con precisión pero sin detalles profusos lo que se desarrolla ante nuestros ojos asombrados. Por esto mismo, el estilo es depuradísimo y al mismo tiempo, sencillo y frío.
Y sin embargo, una chispa enciende las bocas de los personajes cuando, extrañamente sobrios, reflexionan sobre sus sueños ("Quiero ser como este cristal, para reflejar a mi vez la dulzura de esta curva blanca. Quiero mostrar a los otros su apacible esplendor, reflejado en mí.") o sobre su triste realidad ("Lo que me pasa es que, sabes, mi cabeza está completamente vacía, hueca; tengo ganas de mirar más a mi alrededor, quiero ver cosas nuevas."). Un toque naïf que contrasta con brillantez contra otras escenas mucho más crudas.

- En la Fundación Telefónica, y hasta el 20 de mayo, encontramos la exposición dedicada al padre del vídeo-arte, Nam June Paik. Retrospectiva realizada al año de su muerte, recoge cerca de 70 propuestas del artista coreano, y pretende mostrar los vínculos de un espíritu cosmopolita con su tierra natal; tradición y nuevas tecnologías son las dos caras de una misma moneda en el caso de N. J. P.
Sorprende enormemente su integración de elementos puramente místicos con los desechos de la cultura más avanzada, de forma que motivos constantes en su obra como las figuras budistas, aparecen insertadas en televisores y/o radios desvencijadas, o incluso son filmadas por cámaras profanas y enfrentadas a su propia imagen (como en la pieza "Tv Budda"). Una interesante y forzada contraposición que mueve a la reflexión sobre lo sagrado en la cultura de masas.
Pero sin duda la pieza estrella de la exposición es la titulada "Los 108 tormentos de la humanidad", uno por cada monitor de televisión que bombardea al visitante con colores cuasi-psicodélicos y sonidos atronadores. Concebido como tres piezas en uno (puesto que son tres los videoclips, si pueden llamarse así, que son visionados de forma discontinua en el panel gigante que forman los 108 televisores), contiene múltiples fragmentos audiovisuales de distintos orígenes: si estás atento, y observas de principio a final (unos 15 minutos, creo recordar), podrás ver a David Bowie haciendo el ganso, a una cantante lírica entonando gorgoritos, imágenes de monasterios, de figurillas zen, flores de coloración chillona y una amalgama de sin sentidos que hipnotizan la vista y narcotizan el oído. Me hubiera sentado con gusto durante horas a contemplar esa locura contemporánea dejándome llevar, sin sospechar las posibles reflexiones solapadas que el autor pretende elaborar acerca de los media y sus efectos idiotizantes. O quizá solo pretende mostrar su manejo de los elementos posmodernos por excelencia.

- Y terminamos, brevemente, con la película La maldición de la flor dorada, del director Zhang Yimou, autor asimismo de Keep Cool, La linterna roja, Hero y La casa de las dagas voladoras, entre otras. Dos razones que me llevaron a verla: conocía un poco la trayectoria del director, que considero garantía de calidad, aunque yo no soy de directores fetiche; y por otro lado, la suntuosidad de los decorados y vestuario vista en el tráiler, que no le hace honra, prometía, por lo menos, un auténtico espectáculo visual. No decepciona. Ni siquiera se hacen notar las casi 2 horas en las que transcurre la narración. Para mí, todo está en su justa medida: las escenas de lucha están rodadas con elegancia efectista, las secuencias dramáticas elevan la tensión y los fragmentos costumbristas, como quien dice, ponen los dientes largos a los amantes del lujo (la soberbia emperatriz arreglándose, el emperador calculando fríamente las dosis para la medicina de su esposa, los cortesanos anunciando por palacio el cambio de hora...).

0 comentarios: